Autor: Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de juny de 1898 - entre Víznar i Alfacar, Granada, 18 d'agost de 1936), poeta, dramaturg i prosista espanyol.
Font: Mariana Pineda, estampa tercera: escena V. Obra de teatre basada en la vida de Mariana de Pineda Muñoz, figura rellevant de la restauració absolutista a Espanya del segle XIX, diu la Wikipedia. Escrita entre 1923 i 1925 i representada per primera vegada el 1927. Vist a La insignia.
Context:
Escena V
Pedrosa viste de negro, con capa. Debe hacerse notar su aire frío.
Mariana:
Me lo dio el corazón: ¡Pedrosa!
Pedrosa:
El mismo,
que aguarda, como siempre, sus noticias.
Ya es hora. ¿No os parece?
Mariana:
Siempre es hora
de callar y vivir con alegría.
(Se sienta en un banco. En este momento, y durante todo el acto, Mariana tendrá un delirio delicadísimo, que estallará al final.)
Pedrosa:
¿Conoce la sentencia?
Mariana:
La conozco.
Pedrosa:
¿Y bien?
Mariana:
(Radiante.)
Pero yo pienso que es mentira.
Tengo el cuello muy corto para ser
ajusticiada. Ya ve. No podrían.
Además, es hermoso y blanco: nadie
querrá tocarlo.
Pedrosa:
(Completando.)
¡Mariana!
Mariana:
(Enérgica.)
Se olvida
que para que yo muera tiene toda
Granada que morir, y que saldrían
muy grandes caballeros a salvarme,
porque soy noble. Porque yo soy hija
de un capitán de navío, Caballero
de Calatrava. ¡Déjeme tranquila!
Pedrosa:
No habrá nadie en Granada que se asome
cuando usted pase con su comitiva.
Los andaluces hablan; pero luego...
Mariana:
Me dejan sola; ¿y qué? Uno vendría
para morir conmigo, y esto basta.
¡Pero vendrá para salvar mi vida!
(Sonríe y respira fuertemente, llevándose las manos al pecho.)
Pedrosa:
(En un arranque.)
Yo no quiero que mueras tú, ¡no quiero!
Ni morirás, porque darás noticias
de la conjuración. Estoy seguro.
Mariana:
(Enérgica.)
No diré nada, como usted querría,
a pesar de tener un corazón
en el que ya no caben más heridas.
Fuerte y sorda seré a vuestros halagos.
Antes me daban miedo sus pupilas.
Ahora le estoy mirando cara a cara,
(Se acerca.)
y puedo con sus ojos que vigilan
el sitio donde guardo este secreto,
que por nada del mundo contaría.
¡Soy valiente, Pedrosa, soy valiente!
Pedrosa:
Está muy bien.
(Pausa.)
Ya sabe, con mi firma
puedo borrar la lumbre de sus ojos.
Con una pluma y un poco de tinta
puedo hacerla dormir un largo sueño.
Mariana:
(Elevada.)
¡Ojalá fuese pronto por mi dicha!
Pedrosa:
(Frío.)
Esta tarde vendrán.
Mariana:
(Aterrada y dándose cuenta.)
¿Cómo?
Pedrosa:
Esta tarde;
ya se ha ordenado que entres en capilla.
Mariana:
(Exaltada y protestando fieramente.)
¡No puede ser! ¡Cobardes! ¿Quién manda
dentro de España tales villanías?
¿Qué crimen cometí? ¿Por qué me matan?
¿Dónde está la razón de la justicia?
En la bandera de la Libertad
bordé el amor más grande de mi vida.
¿Y he de permanecer aquí encerrada?
¡Quién tuviera unas alas cristalinas
para salir volando en busca tuya!
(Pedrosa ha visto con satisfacción esta súbita desesperación de Mariana y se dirige a ella. La luz empieza a tomar el tono del crepúsculo.)
Pedrosa:
(Muy cerca de Mariana.)
Hable pronto, que el Rey la indultaría.
Mariana, ¿quiénes son los conjurados?
Yo sé que usted de todos es amiga.
Cada segundo aumenta su peligro.
Antes que se haya disipado el día
ya vendrán por la calle a recogerla.
¿Quiénes son? Y sus nombres. ¡Vamos, pronto!
Que no juega así con la justicia,
y luego será tarde.
Mariana:
(Fume.)
¡No hablaré!
Pedrosa:
(Cogiéndole las manos.)
¿Quiénes son?
Mariana:
Ahora menos lo diría.
(Con desprecio.)
Suelta, Pedrosa; vete. ¡Madre Carmen!
Pedrosa:
¡Quieres morir!
(Aparece llena de miedo, la madre Carmen, y dos Monjas cruzan al fondo.)
Carmen:
¿Qué pasa, Marianita?
Mariana:
Nada.
Carmen:
Señor, no es justo...
Pedrosa:
(Frío y autoritario, dirige una severa mirada a la Monja, a iniciando el mutis.)
Buenas tardes.
(A Mariana.)
Tendré un placer muy grande si me avisa.
Carmen:
¡Es muy buena, señor!
Pedrosa:
(Altivo.)
No os pregunté.
(Sale, seguido de sor Carmen.)
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